sábado, 3 de mayo de 2008

todo lo que puede hacer un feriado


la última vez que me corté el pelo fue en octubre del 2006. no recuerdo exactamente el día. pero sí el momento. era de tarde. yo subía y bajaba las escaleras, intranquila, sintiendo que tenía que hacer algo. algo. mi mamá, al verme tan inquieta, desde la sala me hablaba de cómo tenía que controlarme y no dejar que mis sensaciones se apoderaran de mi. pero yo no podía evitar sentir que tenía que hacer algo. algo.

volví a bajar las escaleras y le dije: ma, me voy a cortar el pelo. mi mamá soltó una carcajada y se sentó a ver la televisión. no me creyó hasta que me vio entrar al baño con la tijera en mano. me encerré con mi gata, le eché seguro a la puerta y empecé. recuerdo que me miré al espejo e imaginé como me vería sin tanto pelo. el pelo largo había sido un rasgo que me caracterizaba desde hacía muchos años, así que me era difícil imaginarme sin él. cogí el primer mechón y sin asco, me lo corté hasta arriba del hombro.

mientras yo me iba deshaciendo de mi pelo, la Maja revoloteaba a mi lado, jugando con cada mechón que caía al suelo. mi mamá tocaba la puerta del baño medio desesperada, diciéndome que estaba loca, que me iba arrepentir. ¿que habría pensado mi madre al verme entrar al baño tan determinada empuñando una tijera? ahora pienso que mi cara debió haber reflejado algún grado de locura para que ella se preocupara tanto. la verdad es que fueron 20 minutos de catarsis. y de desahogo maravilloso. cuando terminé, me sentía más liviana, más tranquila, más linda, más feliz.

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el 1ero de mayo me agarró de sorpresa. no me esperaba un feriado en medio de la semana. y andaba tan, pero tan, pero tan aburrida, que no lo dudé dos veces y me corté el pelo de nuevo. el Poeta me miró sorprendido cuando subí las escaleras y le conté lo que iba hacer. ya pues, me dijo, anda. regresé a verlo terminada mi tarea y su respuesta fue una sonrisa. a las horas, mientras almorzábamos, me dijo que el pelo corto me hacía tener cara de buenita. y nos reímos los dos.

reconozco que esta vez mi cortada de pelo no fue producto de mi montaña rusa de emociones. simplemente de mi aburrimiento. pero en medio del proceso, recordé la sensación de satisfacción de la vez pasada y simplemente me entregué a las tijeras, dejé que se pasearan a su antojo por mi pelo, con la esperanza de sentirme, otra vez, más liviana, más tranquila, más linda, más feliz.