sábado, 25 de julio de 2009

yo no soy moro



muchas veces me pregunto si la gente recuerda tantas cosas como yo. muchas veces me respondo pensando en que probablemente eso me pase porque le doy demasiada importancia a los acontecimientos de la vida diaria y por eso se quedan ahí, almacenados en mi cabeza, dando vueltas. desde que era niña, ahora y siempre.

pero sobre los recuerdos de mi niñez, debo argumentar a mi favor, diciendo que he tenido una niñez privilegiada. llena de experiencias significativas dignas de almacenar, en todo caso. el descubrimiento de mis propios orígenes está directamente ligado a esto. ir a la tierra de mi papá a los tres años de edad, cuando todavía se llegaba caminando, a celebrar la fiesta patronal del pueblo, creo que fue el inicio de esta conexión mágica que siento con la sierra y sus encantos. vivir en cusco por 6 años, en contacto mucho más directo con ese mundo, ha sido vital en esa reafirmación y en ese reconocimiento de mi vida, de quién soy.

recuerdo claramente mi primera visita a la fiesta de la Mamacha Carmen, en Paucartambo, en el año 1989. encontrarme con los miembros de Yuyachkani ese año en esa fiesta, fue, definitivamente, parte de este privilegio del que estoy hablando. a los 7 años ni me imaginaba que varios años después, terminaría trabajando con ellos, conociéndolos más de cerca, dejando que me enseñen, queriéndolos así como los quiero.

ayer, luego de haber dormido por casi 24 horas seguidas, desperté de mi letargo con la intención de ir a ver Santiago. llamé a S para convencerlo de ir, y lo encontré en plena sesión de peluquería y con entrada asegurada. "va a haber fiesta para recibir Santiago", me adelantó. y en ese momento supe por qué tenía que ir.

averigüé por teléfono y ya no habían entradas. aprovechándome de mis privilegios, conseguí que al menos me aseguraran sitios en los pasillos. hablé con el místico, al que no veía hace varios meses, y le dije para ir. es ahora o nunca, afirmé con convicción por la vía telefónica. y a pesar de tener una picadura de avispa en el brazo y varias horas de viaje en bus encima, aceptó la propuesta. batallamos contra el tráfico y llegamos a magdalena, asustados de que ya no nos dejaran entrar. pero S nos esperó en la puerta, con dos entradas en la mano y con una calma que contagiaba.

y así, entramos a la función. no veía la obra hacía bastante tiempo. la última vez, fui con mi papá y lo estuve molestando todo el rato para que me tradujera parte de los diálogos que están en quechua. me daba bola por ratos, pero por otros se vacilaba solito con frases que yo no entendía. ayer no me preocupé por entender literalmente lo que decían los personajes, me descubrí sintiendo, nada más. sintiendo y activando mi memoria. el baile de tai chi de augusto, en una de las escenas, me hizo acordar a cuando fuimos juntos a ver el amanecer a Tres Cruces, allá en 1989, y apenas vimos al sol, no pudo aguantar más y salió corriendo a buscar estar más cerca de él para danzarle. veía a ana limpiar el anda, colocar las flores, creer con tanto fervor en sacar en procesión al Patrón y me acordaba de las mamitas llorándole a la Virgen en la iglesia de Paucartambo. me quedé pegada al amiel vestido de ukuko, acordándome de los Pabluchas en Cusco, cuando te vienen a pedir colaboración antes de partir para Q'oylluriti.

no pude aguantarme y los fui a abrazar a los tres al final de la función. ana me dio la bendición del señor. augusto me reclamó por no haber llevado a mi papá, pero se alegró cuando supo que le había traído a su hermano menor. amiel me sonrió contento cuando le ofrecí mi pelo para la próxima virgen que está construyendo.

habían preparado en la casa un ágape para celebrar al Patrón Santiago y esperar su día con él. la comida, la serenata, el baile, la chichita y el calientito. todo se compartía. fue lindo estar ahí. fue lindo sentir cómo es el cariño de la gente que te quiere bien, con ganas. canté huaynos que no sabía que tenía en mi memoria. bailé "jauja que dulzura" pensando en mi abuelo. paseamos el anda de Santiago y, después de pasar el cargo al siguiente mayordomo y esperar las 12, nos despedimos del Patrón hasta el próximo año.

regresé a mi casa plena y feliz. contenta de haber vencido mi letargo. contenta de recibir el cariño de tante gente. contenta de recordar quién soy. regresé también, como dice rufino, el personaje de amiel cuando está apunto de salir en el anda del Patrón como Moro, con la confianza de que vendrá otro tiempo, un tiempo mejor.