martes, 24 de noviembre de 2009

marcela garcía illanes, mi mamama

mamama, acompañada de maye, en su adorado tarma

mamama tiene 87 años. exactamente 60 años más que yo. el año en que yo nacía, ella se jubilaba después de incontables años de decicarse a la docencia para el estado. creo que optimistamente, fue una maestra feliz, contenta con su trabajo, cariñosa con sus alumnas.

recuerdo que hasta hace muy pocos años (quizás sigue pasando y yo ya no me doy cuenta) sus alumnas de primaria la llamaban en el día del maestro. y la felicitaban y ella se emocionaba hasta las lágrimas y expresaba un amor inmenso de vuelta. recuerdo que hasta alguna vez la vinieron a visitar trayéndole regalitos.

yo he visto fotos de cuando mi mamama era profesora. con el mismo semblante, el mismo peinado, el pelo menos blanco, regia como siempre, y una sonrisa que transmitía tolerancia. sin embargo, como profesora, yo nunca la conocí. todo lo que se de ella es esa época es pura leyenda.

pero, apesar de que mamamá ya estaba jubilada, tengo en la memoria que siempre estaba haciendo algo fuera de la casa, con miles de ocupaciones: que la biblia, que la legión de maría, que la misa, que las visitas a los enfermos, etc.

su vida parecía ser muy ocupada, y hasta se encargaba de dejarnos el almuerzo listo cuando mi botón y yo regresabamos del colegio. luego, teníamos nuestras tardes libres y a nuestras anchas porque mamama y nuestras mamás desaparecían de escena,hasta la noche que regresaban a casa.

luego, con el tiempo, mamama fue envejeciendo, y su ritmo de vida bajo significativamente. se caía cuando salía sola, se confundía sobre donde ponía las cosas, ya no podía cocinar sin receta, se olvidaba lo que le decía el doctor, y sobre todo, se enfermaba a cada rato, nada de consideración, pero a cada rato. mamama se estaba haciendo viejita y todos nos estábamos dando cuenta.

hace unos días llegué borracha a mi casa y me desperté vociferando a las 11am. despertando a todos y diciéndo cosas en voz alta. de pronto, abrí el cuarto de la mamama y ella estaba ahí, echadita en su cama, descansando. yo con mi olor a cerveza, chilcano, whisky y no se cuántas otras cosas más, me metí dentro de su cama, la acurruqué contra mi y le dije que siempre, siempre, la iba a querer. ella se quedó callada y me dio un beso en la frente. eso me va a curar, me dijo.

no se cuándo se morirá mi mamamá. no quiero pensar en eso.
pero cuando lo haga. un pedazo mío se irá con ella.