miércoles, 22 de agosto de 2007

Las sorpresas del invierno


Hoy he vuelto a usar mi agenda después de 2 meses y medio. Y lo he hecho con entusiasmo. Los últimos 10 años de mi vida, en cada navidad, he recibido una agenda de regalo de manos de mi padre. Se ha vuelto una de nuestras tradiciones. Empezar a usar una agenda nueva siempre me gusta, me da la sensación de tener mucho tiempo para realizar mis planes, muchas hojas en las que escribir, hasta entusiasmo por organizarme. Sin embargo, han sido muy pocas las veces en las que he usado una de principio a fin, los 365 días del año.

Pensé que mi organización de este año había llegado sólo hasta el mes de Junio. Pero siempre aparecen personas que hacen que tus planes cambien. Mis no planes, en este caso. Conocí a Fernando Cruz hace menos de dos semanas, el sábado 11 de agosto, en la casa de nuestro ahora amigo en común Javier Becerra, vecino surcano y salsero lindo. Javier celebraba sus 25 años y Tatiana lo acompañaba celebrando sus 26.

El sábado siguiente, tres días después de que la tierra tembló, Becerrita me pidió que lo acompañara a la casa de su pata Fernando. Estaban juntando algunos víveres, comida y medicinas para enviar al pueblo de El Carmen, Chincha. En el caminó me contó que tenían una especial conexión con La Familia Ballumbrosio (casi un patrimonio cultural vivo de la cultura afroperuana), a la que conocían y querían de cerca. Llegamos a casa de Fernando llevando las cosas que se habían recolectado en la casa de Javier. Las últimas noticias que se tenían ese día sobre la situación en la zona del desastre habían alterado los planes que tenían los chicos para el reparto de la ayuda. La noche transcurrió entre conversaciones telefónicas y discusiones a cerca de cómo se podía ayudar de la mejor manera posible. Esta vez no sólo hablé harto con Fernando, sino que también conocí a Melissa, su dulce cómplice en la existencia de Camilita (quién, debido a la hora, ya dormía).

Al día siguiente, ya sin Javier, regresé a la casa de Fernando y Melissa llevando las cosas que habíamos podido juntar acá en la casa. Mi mamá se afanó con las galletas integrales. Coincidí con el buen Ricky y Miriam llegando a visitarlos también. Nos quedamos buen rato conversando. Comimos torta. Hablamos de Lost. Camilita fue una delicia. Se notaba que los cuatro ya tenían toda una dinámica juntos, pero me acoplaron con la mayor naturalidad y mejor onda. Cuando ya nos íbamos, Fernando me abordó rápida y concretamente (el día anterior habíamos hablado un poco de nuestras chambas, de lo que nos gustaba hacer, de los proyectos que teníamos, pero nunca taanto…): me contó que junto a otros amigos ha formando una banda, Son((o))nuna, me entregó un CD y me dijo que los escuchara, porque estaba interesado en proponerme que hiciera el manchment. Realmente, era una propuesta que no me esperaba. Le recibí el CD, intercambiamos teléfonos, y me fui con la promesa verbal de que me llamaría para conversar.

Hoy es miércoles y Fernando se ha ido hace algunas horas de mi casa. Entre el domingo en la noche y hoy en la mañana he escuchado el disco como 10 veces. Y me ha gustado mucho. Y me he imaginado muchas cosas. Hemos hablado largo y tendido y hemos coincidido, entre muchas otras cosas, en que lo que nos ha animado a tomarnos en serio esta propuesta (inesperada y, sobretodo, no basada sobre ningún conocimiento profesional mutuo) ha sido la buena onda que ambos hemos sentido al conocernos.

El domingo pasado, en medio de la magia de una sopa poc paw de un mediodía de invierno, Milagros Quintana, mi otra mamita, me recordaba la importancia de nuestros instintos. Y me decía cómo a veces dejarse llevar por ellos era lo más sabio que se podía hacer. Hoy he decidido que lo intento de nuevo. Vamos a ver a dónde me llevan esta vez.

No hay comentarios: